El dolor del último minuto

El relato más difundido sobre como se implementó el tiempo de descuento en el fútbol se basa en un partido jugado en 1891, entre el Stoke y el Aston Villa. Según la historia, el Aston Villa ganaba por 2 a 1 cuando, a segundos de cumplirse 90 minutos, el árbitro cobró un penal para el Stoke. Aprovechando el poco tiempo que quedaba, el arquero del Villa, Bill Dunning, agarró la pelota y la tiró afuera, logrando así que termine el partido al cumplirse los 90 minutos.

Esta historia hasta hoy no fue corroborada y la propia página del Aston Villa pidió información sobre el partido para poder respaldar esta afirmación. Lo único seguro es que desde comienzos del siglo XX, el tiempo adicional ya era una parte indispensable del fútbol y en solo 6 días permitió que Paraguay salga con dos empates por 2 a 2 en el bolsillo cuando tenía sendos triunfos ya envueltos en papel para regalo.

Estos dos partidos de la Albirroja nos han dejado así:

Si Paraguay lograba aguantar solo 6 minutos en total hoy hubiera sumado 13 puntos, quedando en la punta junto a Uruguay, pero en lugar de eso solo sumó 9 y quedó en séptimo lugar, fuera hasta del puesto de repechaje. En lugar de mirar para abajo y disfrutar de la carnicería por los últimos puestos con un pequeño colchón, debe mirar hacia arriba, necesitando sumar puntos en la que parece ser la Eliminatoria más reñida de las últimas décadas.

Lo primero que se viene a la mente es pensar en el “empate digno”, el hermano más socialmente aceptado de la derrota digna. “Siempre perdemos en Quito”, “Empatamos contra un grande del fútbol mundial” son algunas de las justificaciones que buscamos hacer, cuando en realidad en cada partido la selección tenía todo como para ganar. Un empate colgados del travesaño a lo “Maño” Ruiz vale lo mismo que un empate dominando el partido, a pesar que uno nos hace sentir superiores.

Esa es la gran injusticia del resultado en una competencia tan dificil como las Eliminatorias: las intenciones no sirven para nada si no son acompañadas por los puntos. Por esta razón es que no podemos celebrar empates de este tipo y por eso es que un empate puede doler aún más que una derrota, por lo cerca que estuvo esa gloria de triunfar en partidos que muchos daban por perdidos.

Como si no fuera suficiente sufrimiento recibir un gol para un empate a los 92 minutos, es aún peor cuando el que lo hizo fue aquel lateral humillado por Marcelo Estigarribia, Óscar Romero y Edgar “Pajaro” Benitez desde el 2011: Dani Alves, quien en lugar de enfrentar al muro defensivo albirrojo parecía que se enfrentaba a la pegajosa marca de Josesuli e Iñaki (copyright @rafaram_) de todos los fines de semana en España. Fue la venganza perfecta de Alves, quien pudo borrar años de infortunio con una definición de zurda.

Es aún peor el dolor cuando los 3 goles de Darío Lezcano no dirigieron al equipo a dos victorias. El “Motochorro”, ídolo, figura y hasta alma del equipo se ha robado los corazones de los hinchas con su entrega, coraje y eficiencia al definir. Merecidamente se llevó la ovación de los 30 mil hinchas en el Defensores del Chaco, pero seguro que esperaba también llevarse un triunfo que parecía asegurado.

Es aún peor el dolor cuando ves las repeticiones de los goles paraguayos y disfrutas de los pases dirigidos al pie del compañero por parte de Néstor Ortigoza. Pocas veces la selección paraguaya ha podido tener a un jugador con la claridad como para limpiar a una defensa con un pase al vacío, la actitud para buscar cada pelota en el medio y manejar los hilos del equipo. A todo esto obviamente hay que sumarle el hacer todo esto con la pinta de estar recién salido de un partido so’o en la plaza del barrio.

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Es aún peor el dolor cuando uno sabe que el trabajo de Ramón Díaz va a ser tener que levantar nuevamente los ánimos de un equipo que siempre entró a la cancha convencido que podía enfrentar hasta a los mejores del mundo. Situaciones como las lesiones que obligaron a dos cambios tempraneros ante Brasil pueden ser inevitables, pero si era evitable poner bajo la lupa a un jugador con tantos cuestionamientos como Juan Iturbe, quien no pudo conectar una sola contra y permitió que los carrileros brasileños lleguen sin marca hasta el área.

Todo esto termina en una frustración gigantesca, impotencia y rabia al haber sentido a la victoria al alcance de la mano en dos partidos consecutivos. Semejantes caídas pueden servir como el empujón hacia un futuro repleto de éxitos o puede significar la caída al precipicio de las dudas y del “que hubiera pasado”. Esperemos que tanto el cuerpo técnico como los jugadores tengan la fortaleza mental para convertir estos dolorosos empates en la motivación para volver a la zona de clasificación para Rusia 2018.

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Juan Pablo Zaracho

Como jugador, un buen lector de libros.

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