Uno tenía problemas con las hormonas de crecimiento, su club ya no podía pagar su tratamiento y debía dejar el fútbol.

Otro tenía un padre alcohólico y sufría bullying en el colegio, inclusive de parte de su profesora. Un problema de corazón a los 15 obligaba a que se opere o deje el fútbol.

El tercero vivía en San Joaquín, Dpto. de Caaguazu y sin saber hablar español se mudó debajo de las gradas de una cancha para seguir sus sueños.