Es poco probable que John Fogerty, genio y figura de Creedence Clearwater Revival, haya pensado que aquella que canción describía vívidas imágenes de un apocalipsis, compuesta en el invierno de 1969, sería la base del grito de guerra de Argentina para el Mundial a jugarse 45 años después. De “Bad Moon Rising” a “Decime que se siente”, de country rock a cántico de hinchada, de San Francisco al Maracaná, Mineirao, Beira Rio, Itaquerao, entre otros estadios; esta canción ya se ha vuelto un icono del torneo mismo.
Las letras fueron hechas para burlarse de su tradicional rival, Brasil. Entre decir que tienen en casa a papá y que Maradona es más grande que Pelé se destacan unas estrofas en particular:
Nunca nos vamos a olvidar
Que el Diego te gambeteó
Que Cani te vacunó
Que estás llorando desde Italia hasta hoy
Para muchos tiene poco sentido que los hinchas den tanta importancia a un partido de Octavos de Final en el cual Argentina fue ampliamente dominada y que gracias a un chispazo de inspiración de su genio y figura pudieron arrebatar la victoria de las garras de la derrota. Mientras ha ido avanzando el torneo, esas estrofas han adquirido mucho más valor, debido al creciente número de semejanzas entre aquella campaña en suelo europeo y la que están transitando hoy en el país vecino.
Estas son solo algunas de las similitudes entre ambas campañas, las demás no las pusimos por haraganes falta de tiempo:
Delantero estrella excluido
Desde el inicio de la era Sabella en la selección argentina un tema ha sido fuente de discusiones eternas y quejas constantes: la exclusión de Carlos Tévez. Las razones por no incluirlo incluyen cuestiones tácticas (juego desordenado, quiere ser la estrella siempre) y de manejo de grupo (causa problemas si no es titular). El “Apache” es la espada de Damocles que siempre cuelga sobre el plantel y especialmente sobre el técnico, cuyo reflejo asoma cada vez que no pueden convertir goles o el equipo decepciona en sus actuaciones.
Esta historia no es para nada nueva, y también se dio en 1990. En aquellos años el delantero con mejor presente era Ramon Díaz, goleador y campeón con el Inter de Milán y luego del Mónaco. El problema era que sus goles no podían recomponer la pésima relación que tenía con el técnico Bilardo y Maradona.
Sabiendo de esta situación, el público argentino presionó enormemente al cuerpo técnico para que lo convoque, entre ellos el propio presidente Carlos Menem (quien también pidió por Ariel Cozzoni, por lo que se puede asumir que sabía tanto de fútbol como de ser buen gobernante). Finalmente no ingresó por “cuestiones tácticas”, entre las que se decía que era muy parecido a Claudio Caniggia. Este intento de justificación carecía de cualquier lógica porque lo llevó a Gustavo Dezotti, un delantero aún más parecido y tan malo que después desapareció de la faz de la tierra. Era más que obvio que el 10 no permitió que sea parte del plantel.
Final con Alemania
Al igual que aquella final en Roma, se enfrentan estos dos colosos del fútbol mundial. 24 años después uno de los equipos ha sufrido un gran cambio de estilo, y no es la que todos esperaban. Los alemanes han pasado de ser metódicos, mecánicos y clínicos en finalizar a sus rivales para convertirse en una selección que destila talento en cada movimiento, pared, estilo de pase y el andar mismo en la cancha, una fusión entre el jogo bonito, el tiki taka y la frialdad teutona.
Alemania ha pasado de ser Terminator, un asesino frío, efectivo, diseñado para acabar con el rival de la forma más rápida posible, a ser Bruce Lee, alguien que puede matar, pero con fluidez y técnica.
No solo los argentinos esperan que el trámite de aquella final no se repita, también todos los que desprecian un espectáculo macabro, aburrido, que concentra todo lo malo y nada de lo bueno que puede ofrecer este hermoso deporte. Ya hemos estado cerca de revivir ese partido en el que se jugó contra Holanda, así que se espera que por el bien de todos haya sido la última.
Rechazo del público local
No ha habido un partido en todo el torneo donde el público brasileño presente en el estadio no haya apoyado fervientemente al rival de turno de los argentinos. El caso más notorio se dio ante Holanda, donde los más fanáticos seguidores eran los locales, quienes necesitaban algún tipo de descargo después de la paliza histórica que le propinaron el día anterior. El recibimiento en el Maracaná seguramente tendrá algún grado de hostilidad, pero no será nada comparando a lo que sufrieron ese verano con el público tano.
La crisis con los italianos comenzó en semifinales, donde ambas selecciones terminaron enfrentándose. Diego Maradona, santo patrono del Nápoli y de todos los habitantes de Nápoles, quiso entrar en juegos mediáticos y trató de convencer a los napolitanos de apoyar a Argentina porque el norte de Italia siempre los discrimina, “se acuerdan de ustedes por 1 día y se olvidan por los otros 364.” Su plan no funcionó, los napolitanos apoyaron a Italia (pero no tanto como otras sedes) y tuvieron que ver a su ídolo derrotar a su selección.
El día de la final en Roma el odio hacia el equipo argentino era absolutamente visceral, y desplegó toda su ira en la entonación del himno. Nunca antes un himno había sido silbado con tanta vehemencia. Al ser filmado, Maradona en vez de cantar el himno empezó a gritar “hijos de puta”, como una muestra de desprecio a todo el estadio y a los que estaban mirando.
Como llegaron a la final
La manera de llegar a la final ha sido casi un calco entre ambas selecciones, especialmente desde Octavos de final. Los 3 partidos fueron de trámite defensivo, donde el equipo argentino ganó mas poniendo garra que juego vistoso.
En la fase de grupos la campaña de 1990 fue mucho peor, al incluir posiblemente la peor derrota del equipo argentino en Mundiales: el 1 a 0 contra Camerún, cuando el equipo africano era solo conocido como un rejunte de jugadores de segunda división. Pocos sabían que sería el equipo revelación ese año. En 2014 lo más cerca que estuvieron a repetir esa situación fue el partido con Irán, donde si no fuera por una tapada de Romero y la posterior magia de Messi, se hubiera dado otra sorpresa de proporciones históricas.
En la fase de Octavos ambos equipos superaron a sus rivales por 1 a 0, aunque en 2014 lo hicieron recién en el suplementario. El gol de la victoria en ambos partidos: faltando pocos minutos para que termine el partido la estrella del equipo ataca a la defensa, elude varios jugadores y asiste al jugador más rápido para que este pueda definir. Juzguen ustedes mismos:
El gol contra Brasil: Maradona a Caniggia
El gol contra Suiza: Messi a Di María
Lo que no se repitió fue el caso del “agua especial” que le dieron a Branco en 1990. Ya no se usan esas tácticas maquiavélicas en el fútbol actual
El partido que alteró el panorama fue el de Cuartos, porque ahora vencer a su rival en los 90 minutos y no sufrir una tanda de penales. Sus rivales fueron selecciones consideradas como “equipos del futuro”, por su enorme potencial: Yugoslavia y Bélgica. Lamentablemente aquella dura eliminación en Florencia sería la última de Yugoslavia como país antes que las guerras tiñan de sangre los Balcanes.
En semifinales enfrentaron a duros equipos europeos, Italia y Holanda, que los llevaron hasta la tanda de penales. En ambas tandas la figura fue el arquero, quien tapó 2 penales al rival. Coincidentemente ambos se llaman Sergio: Goycochea en 1990 y Romero en 2014.
Redención de los rechazados
Al poner lado a lado los planteles de ambos Mundiales se puede ver lo mucho que ha avanzado el fútbol argentino. Hace 24 años jugaron una final contra Alemania con jugadores como Juan Simón, Néstor Lorenzo, Pedro Troglio (si, el que dirigió Cerro) y Gustavo Dezzoti. Hoy jugadores quienes eran rechazados al comienzo del torneo ha
n callado a sus críticos, especialmente los que eran llamados “chongos de Sabella”: Marcos Rojo, Sergio Romero y José Basanta (en el partido que jugó).
Uno de los puntos más criticados en ambos torneos fue el puesto de arquero. Tanto Bilardo como Sabella decidieron ir con arqueros a quienes confiaban por su experiencia previa, Nery Pumpido y Sergio Romero, dejando de lado a otros que estaban con mejor forma en sus equipos en aquel año, como Luis Islas y Willy Caballero.
Islas, amante de la polémica, decidió no ir a Italia si no iba a ser titular, una decisión de la cual se arrepentiría cuando Pumpido tuvo que retirarse del Mundial por una fractura de tibia y peroné, dejando su lugar al suplente Goycochea.
Hasta los propios sistemas de juego de ambas selecciones no fueron bien recibidos al principio por la gente. En el caso de Bilardo era más tolerado porque bajo su liderazgo llegaron a la cúspide en 1986, pero esa tolerancia no la tuvo Sabella, ni siquiera de sus jugadores, quienes rechazaron su 5-3-2 implementado ante Bosnia. Lo que para muchos son esquemas cautelosos, aburridos y hasta miedosos han sido la llave para obtener un lugar en la preciada final.
Como diría cualquier libro de auto-ayuda que solo contiene frases vacías: la vida es como un péndulo que siempre termina volviendo al mismo punto y repitiendo las mismas acciones. Hoy el presente argentino se ve más que nunca reflejado en su pasado, casi como un camino que ya han recorrido. Es su obligación romper aquel trayecto similar para no repetir aquel doloroso subcampeonato. Solo así el “Decime que se siente” pasará de ser un cántico del momento a ser un himno eterno, con nuevas estrofas que no solo hablen del llanto de Brasil, sino de la gloria obtenida en el 2014.