Guido Virgilio Alvarenga es uno de los jugadores abanderados del buen fútbol en los últimos años en Paraguay. Su zurda fue la poesía de cada domingo de cancha, con la N° 10 azulgrana en la espalda. Su paso por Olimpia y Libertad convulsionó el ambiente del fútbol en su momento pero en ninguno supo brillar como en el equipo de Barrio Obrero; Guido fue el Mago solo en Cerro, y solo Cerro conoció del Mago.
Las calles y plazas de Fernando de la Mora fueron los primeros testigos de la magia alvageriana. Nacido un 24 de agosto de 1970, Guido se crió en la actual próspera “ciudad joven y feliz”, que en ese entonces no era más que un pueblito adyacente a Asunción, lejos aún de ser la gran urbe comercial de ahora. Las primeras pinceladas de su prodigiosa zurda lo demostró en el Sport Colombia, club al que iba a jugar de muy joven cada vez que le quedaba tiempo, ya que Guido tuvo que ayudar a la economía del hogar vendiendo cosas en el barrio desde joven.
Las crónicas periodísticas narran que su debut en el fútbol profesional fue en 1989, ya en Cerro Porteño. Sin embargo, antes de llegar al Ciclón, Guido ya había demostrado su enorme talento en el Sport Colombia. Su carácter de muchacho noble, tímido, humilde, no le ayudó quizás a ganarse rápidamente un lugar en el fútbol grande. Sin embargo, pudo migrar. Tanto talento no era para las descuidadas canchas de la entonces Liga Paraguaya de Fútbol (LPF), por lo que llevó su fútbol al Mandiyú, de Corrientes, Argentina, de la mano de otro grande: Adolfino Cañete.
Al equipo albiverde, Guido llegó con sus joviales 20 años. Era talento puro y formó parte de uno de los mejores equipos de Mandiyú en la década de los 90, específicamente el de 1994, año en el que fue dirigido por un tal Diego Armando Maradona. Justamente fue Maradona quien al verlo jugar a Guido dijo: “Este va ser mi sucesor” . Cierto es que el Diego dirigió apenas dos meses al club correntino, con una paupérrima gestión que conoció de 5 derrotas y apenas una victoria. Pero era Maradona, y su elogio valía y sigue valiendo.
Con la Albirroja, un romance a medias
Alvarenga integró la selección paraguaya que se consagró campeona del preolímpico de 1992, organizado en Paraguay. Titular en algunos partidos y en otros ingresando de suplente, Guido contribuyó con su talento en aquel equipo que dio nacimiento a una generación de futbolistas que consiguió -6 años después- ir consecutivamente a los Mundiales, empezando con Francia 98. En el preolímpico, el entonces DT de la selección, don Sergio Markarian, hizo una radiografía de Guido: “Es talento puro. Es un jugador que lo quiero siempre en mi equipo. Si a su talento le agrega un poco de sacrificio, estamos ante un tremendo crack.” definió don Sergio.
A pesar de que amenazó con ganarse la 10 de la Albirroja, Guido no pudo mostrar su magia con la selección. Hizo sí, varios partidos buenos con la Albirroja, lo que le valió estar en el Mundial de Korea Japón 2002, bajo órdenes del inolvidable Cesare Maldini, cuyo legado al fútbol paraguayo hasta ahora se sigue esperando (?). Justamente, en las eliminatorias previas a este mundial, Alvarenga hizo el gol de la victoria frente a Uruguay en pleno estadio Centenario, la noche en la que el inolvidable Miguel “Topadora” Cáceres se perdió un gol increíble frente al portero uruguayo. Después, poca magia hubo con la camiseta del “equipo de todos.”
Pero volvamos a lo que nos compete, que en este caso es Alvarenga y no la Sele. Guido no era de expresión fácil con las palabras, ni gustaba de las cámaras ni del show mediático. ¿Pero para qué hablar si se podía expresar con la pelota? Todo lo tímido que era afuera, se despertaba dentro de la cancha, con la pelota al pie. Y aquí una anécdota que lo pinta un poco: Un exarquero de la reserva de Cerro contó que después de cada buen partido que hacía Guido con la camiseta azulgrana, se sabía del aluvión de periodistas en la práctica siguiente. Ante esta situación, el mago pedía a los guardametas que se queden con él terminada la práctica para seguir entrenando tiros libres desde fuera del área. Supuestamente, esto hacía porque no quería conversar con los periodistas, debido a su extrema timidez. “Ellos quieren hablar conmigo pero qué les voy a decir tanto, ya hablé nio ayer” se quejaba en el idioma guaraní Guido, según recuerda este exportero cerrista que ahora está jugando en un equipo de segunda división pero que por temor a represalias, reservo su nombre (?).
En 1995, Mandiyú desparece por problemas financieros y Guido fue transferido al Banfield, de la zona Sur de Buenos Aires. Sin mayor brillo, no pudo lograr trascender dentro del equipo taladro, a pesar de jugar dos temporadas. Ya para 1997, el destino lo llevó al Universitarios de Perú, uno de los equipos más populares del país Incaico. En el conjunto crema, Guido empezó a mostrar principios de su magia.
La aparición del Mago
La temporada 1998 encontraba a Cerro en una urgencia dirigencial. Había la necesidad de contratar jugadores y cortar una racha negativa de campeonatos ganados por el rival de siempre, que venía acumulando campeonatos. La dirigencia cerrista hizo el esfuerzo y para enero de ese año, se anunció la contratación de Guido Virgilio Alvarenga como nuevo mediocampista del Ciclón.
A partir de su primer contacto con la camiseta azulgrana, Guido ya no era Guido, y empezó a ser el Mago. Jugadas, pases, goles, todo de otra categoría. Magia para el toque corto y habilitar a un jugador. Fineza para definir una jugada y ser el portaestandarte de un equipo que tocaba de la mejor música del fútbol de finales de los 90. Ese año, Cerro llegó a semifinales de Copa, justamente, bajo la bandera del Mago.
Al año siguiente, Cerro logró retener al jugador y sumó otras figuras como el brasileño Gauchinho y Jorge Campos, el formidable “Campitos“, recordado igualmente por eterno gol contra Brasil en 2001 en la primera victoria oficial paraguaya frente a los imperialistas (?) del fútbol. La trilogía Gauchinho – Campitos – Guido regaló a la hinchada azulgrana grandes recuerdos de buen fútbol de las últimas décadas, siempre con el Mago como insignia. En 1999 de nuevo Cerro llega a la semifinales de la Libertadores. En ambos años, el DT fue Carlos Báez Appleyard. Pero en el año 2000 todo cambió. Guido se fue transferido al Japón y se desmanteló el plantel de Cerro.
Para 2001, asumió como presidente azulgrana el inefable César Luis del Niño Jesús Puente, que prometió Copa, terminar la Olla, una playa para cerristas (!) y terminó entregando deudas y a la institución al borde de la quiebra. No obstante, inició su mandato contratando buenos jugadores y logrando la vuelta del Mago. Cerro arrasó en la primera fase de la Copa y Guido escribió, el martes 10 de abril de 2001, una de las páginas de fútbol más grandes en la Olla. La noche de ese martes, Cerro le ganó 6 a 0 a la Universidad de Chile y Guido (perdón, el Mago) hizo hablar a la pelota. Un gol de antología, sombreritos y dos pases de gol marcaron la retina de todo aquel cerrista que estuvo aquella noche. Sí, repito, la noche en que Guido Alvarenga hizo hablar a la pelota.
El azulgrana cerró el 2001 a punta de campeón, desde la sub 14 hasta la Primera. Doble campeonato en Apertura y Clausura para coronar una gran campaña, de la mano de Mario Jacquet en el banquillo. Sin embargo, un gran sinsabor quedó en el ambiente al final de la temporada: El Mago no pudo completar la vuelta y se fue enojado con el DT y con el presidente Puente. El mandamás azulgrana no tardó en denigrar al jugador y evitó pelear por contratarlo para el 2002. Guido viajó al exterior transferido al “León” de México y volvió para jugar por Olimpia, que lo contrató para la temporada 2003. Fue el pase del año y una puñalada al hincha de Cerro propiciada por su propio presidente.
La locura que despertó Guido quedó patentada en el primer clásico de 2003, cuando se enfrentaron en el Defensores del Chaco Cerro y Olimpia. El Mago de suplente, estuvo haciendo calentamiento de cara a la gradería Norte y la gente lo coreó: “Guidoo.. guidoo…”.. seguido del “Que salude a su hinchada, que salude a su hinchada”. Una situación increíble. Una muestra de cariño hacia un jugador nunca visto -y que es difícil que vuelva a repetir- por parte de una hinchada de fútbol en este país.
Sin embargo, el propio Mago (instigado por su representante, Jorge Ciarlone, quien tiró una vez en radio: “Sí, Guido es un ídolo en Cerro, pero él tiene que darle de comer a sus hijos, qué le va decir el día de mañana? les va dar la tapa del diario y les va decir: vean hijo, yo fui ídolo de Cerro. Él tiene que elegir la mejor opción siempre”) sepultó ese cariño para siempre. A inicios de la temporada 2004, Guido ya tenía todo arreglado “de palabra” para jugar por Cerro la tarde de un viernes. Pero al día siguiente, una calurosa mañana de enero, saludaba a Guido firmando su contrato con Libertad. El hincha de Cerro consideró esto como una traición y jamás lo perdonó.
Alvarenga jugó regularmente en Libertad pero ya no llegó a trascender demasiado. Opacado, casi sin alma para jugar, Guido fue el Mago solamente en Cerro, y solamente Cerro conoció del Mago. Era como una simbiosis. Se fue apagando en su fútbol, hasta que allá por 2008, siendo ya un veterano, volvió a jugar, pero en el Sport Colombia, hasta que finalmente se retiró.
Y así, por la puerta de atrás, por la ventana -para quien escribe estas líneas, sin merecerlo- se fue Guido Virgilio Alvarenga de las canchas. Tuvo todo para hacer su despedida en la Olla, con su gente, con su público y despedirse acorde a lo que su calidad y a su magia ameritaban. Decidió otra cosa, buscó otro destino, y se perdió lejos del mundo fútbol, con el paso de los años.
Igual, desde aquí, este sincero pero humilde homenaje para El Mago.
Fotos: Abc Color – www.lapelotaintercoles.com