No encontrará en esta lista, quizás, amigo lector, a jugadores que hayan ganado algún campeonato mundial o que hayan alzado alguna vez la Copa libertadores de América. Encontrará, sin embargo, a jugadores que levantaron otro tipo de copas y varias veces, y no precisamente en una cancha de fútbol. Y encontrará también, a futbolistas que le traerán recuerdos imborrables del fútbol paraguayo puro.
En homenaje entonces a aquellos pequeños futbolistas con historias gracias a sus apodos, en recordación a esos jugadores que no pudieron ganar nada importante en sus carreras pero que siempre están ahí, vivos en la historia reciente de nuestro fútbol, hacemos este sencillo pero emocionante homenaje para quienes han pisado nuestras canchas de fútbol dejando más que sudor y goles:
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Juan Esteban Peralta, “el Diablito”
Hablar del “diablito” Peralta es hablar del Sportivo Sanlorenzo. El glorioso rayadito que representa a esa gran masa de público que congrega la segunda ciudad más poblada de Paraguay, después de Asunción. Win izquierdo pero sin ningún problema para jugar por el carril derecho (como muchos políticos paraguayos), el “diablito” dominaba el balón con picardía y destreza. Su jugada predilecta era correr pelota al pie por el borde de la raya, esquivando piernas rivales. Más de una vez terminó levantado por las alambradas del añejo estadio sanlorenzano, pero su impronta y su entrega por la camiseta siempre eran reconocidas. No se le recuerda algún título internacional, lo cual no quiere decir que no tuvo noches de copas. Su figura de hombre pequeño con esas piernas tipo paréntesis, daba la imagen de un hombre inofensivo, pero con la pelota explosionaba. Jugó muchos años en el Sportivo y tuvo algunos meses defendiendo al Atlético Colegiales y otros equipos de la intermedia.
Juan Esteban Peralta, “el diablito”, héroe sanlorenzano del fútbol criollo.
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Aristides (o Arístides) Rojas “La flecha”
Al igual que su fútbol, su nombre fue toda una incógnita para el periodismo deportivo. Muchos decían Arístides (con acento en la primera i) y otros Aristídes (con acento en la segunda i), pero en lo que no había duda era en su apodo: “La flecha”. Rápido, punzante y letal. Los condimentos que hicieron de Rojas uno de los goleadores más electrizantes que tuvo Guaraní en la última década de los 90 y que le valió estar en la selección paraguaya del brasileño Paulo César Carpeggiani. Incluso fue mundialista en Francia 98.
Su capacidad goleadora estuvo en duda siempre, pero lo que no estuvo en duda fue su falta de técnica. Hizo vibrar a los aurinegros en varios torneos (por la cantidad de ocasiones malogradas), lo que le valió una pasantía por el Independiente de Argentina. Apenas dos goles en 16 partidos le valieron para volver a nuestro fútbol, pero de suelo argentino trajo al menos un par de aritos, lo que resultó innovador para la época en nuestras canchas. Pasó luego a jugar en Colegiales, donde siguió ese ritmo y ya en pleno siglo XXI, estuvo derrochando talento en el inconfundible 20 de Julio de Reducto, de la Liga Sanlorenzana de fútbol, en donde fue la atracción de jóvenes vendedoras de mandiocas.
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Harles Bourdier, el “Francés”
Nadie medianamente futbolero podrá olvidar la actuación que le cupo hacer a Harles Bourdier en aquel lejano 1996 cuando la selección paraguaya de fútbol le ganaba, por primera vez en su historia, a la aguerrida y siempre respetable selección uruguaya. Fue un 2 a 0 que sirvió para poner a Paraguay en la discusión directa por la clasificación. Y fue la tarde en que en el fútbol paraguayo un rubio de pequeñas pecas anotaba su nombre en la lista de leones que aparecieron para un partido… y nada más.
Pero “el francés” se hizo conocido defendiendo los colores del Olimpia, en donde se destacó con buenas actuaciones, sin brillar nunca, pero tampoco sin dejar de hacer notar su presencia. La buena marca que tenía lo llevó también a las Olimpiadas de Barcelona, en 1992, donde compartió cancha con la base de lo que sería tal vez uno de los mejores grupos de jugadores que tuvo el fútbol paraguasho. Salió de Olimpia por la puerta mediana (?) y fue a parar a Dos Bocas, donde jugo regularmente defendiendo los colores de Guaraní.
Si bien no brilló mucho, el “francés” quedó en la mente de los paraguayos por aquel partido en donde le enseñó la garra a los uruguayos, en pleno Centenario.
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Edgar Denis, “la Araña”
“Me dicen la araña porque tejo la jugada y soy ponzoñoso en el área” así se definía él mismo, en una de sus tantas entrevistas a los programas de cumbia, y creemos que no hace falta mucho más para agregar. Pero escarbando en los archivos mentales, en el baúl de los recuerdos futboleros (?), encontramos que la “araña” Denis es más que ponzoñas y tejidos de jugadas. Es también gol, técnica, gambetas y mucha cumbia.
Sus dotes de goleador le llevaron a recorrer varios clubes de nuestra tierra, en donde dejó buenos recuerdos y amistades en las cantinas. Deslumbró en Guaraní, estuvo por Olimpia y recaló también en Colegiales (por lo visto, una gran institución en esto de arreglar con jugadores con buenos apodos) y cerró su carrera jugando en divisiones menores.
Más tarde se hizo director técnico y encontró en Presidente Hayes un refugio en donde enseñar a tejer jugadas en función de equipo. Lejos de ser Sergio, este Denis también encontró la forma de darle música a su fútbol los domingos de tarde en Colegiales, donde después de chutar, se quedada en los bailongos del tradicional picnic de 4 Mojones.
La “Araña”, tus tejidos de fútbol se extrañan.
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Miguel Cáceres, “la Topadora”
Irrumpió en el fútbol capitalino luego de una gran temporada con su selección de Caaguazú durante el torneo interligas, a finales de los 90. Llegó a Guaraní, en donde rápidamente se acostumbró ya que además de su club, era su único idioma hasta entonces. De perfil bajo, enorme potencia de leñador y de pocas pulgas, la “topadora” rápidamente encontró en nuestro fútbol profesional la manera de saltar a la fama en base a sus goles, a su fuerza, a sus regates y a sus inolvidables conferencias de prensa. Franco, frontal, humilde y sencillo, su mayor virtud pasaba por entregarse al todo en cada partido, consciente de que ello era lo que le ayudaría para dar mejor vida a él y a los suyos mediante una victoria. Apenas seis meses le sirvieron para saltar a la Selección Nacional y rápidamente se ganó el cariño de la afición.
De la albirroja el salto al exterior era cantado: Fue a Rosario Central de Argentina para el segundo semestre del año 2000 y en su partido debut le hizo un gol a Cerro Porteño por Copa Mercosur, trepó las alambradas, se sacó la camiseta y entregó el alma. Se ganó el corazón del hincha “canalla” (los de rosario central) gracias a sus goles. Un domingo de ese mismo año, le hizo dos goles nada más y nada menos que a Boca, en la bombonera y el arquero boquense, el colombiano Oscar Córdoba, le regaló su buzo. Fue a España, jugó un año y volvió a Paraguay. Perdió mucha de su destreza y los goles se le fueron apagando. Jugó en Olimpia, Guaraní y finalmente se decidió alejar del puterío del fútbol para dedicarse de lleno a su aserradero en Campo 9, Caaguazú, en donde vive exiliado del mundo del fútbol.
Te extrañamos, Topadora.
Fotos: archivo de abc y páginas web deportivas.
