Si bien en el primer programa de Cancha Chica Radio hablamos de que las canciones que dedican sus líricas al deporte rey son escasas, durante la semana me puse a pensar en el fútbol como música en sí misma, porque cada sonido que sale de la cancha es recordado con sentimientos especiales. Es decir, cada vez que te acercás a una cancha, en donde hay más de veinte y cinco diez mil personas, escuchás los truenos que producen los bombos, cual introducción de Raining Blood de Slayer, una locura, sentís el descontrol que invoca cada golpe, sentís la vibración que producen las palabras puto, cana, botón, cagón, gil, maricón, tu hermana agudas y graves. Posteriormente, los sentidos todavía se mezclan más cuando estás pasando debajo de las graderías, ya sentís el katî de los vagos, el olor a makoña, el asadito y la chipa aroma del estadio.
Con respecto a los que nos compete hoy, los sonidos, ¿cómo el fútbol no va a ser música? Si hasta el palo canta cuando Cristiano Ronaldo falla un tiro libre. Ni hablar de que acompañado de un excelente vals, tiene que haber un buen maestro que sepa enseñar a bailarlo, como lo hizo Zinedine Zidane a Brasil en el mundial 2006.
La música, en todos sus matices, se encuentra en el fútbol. Os Ronaldinhos de América do Sul le enseñaron al mundo entero a hacer los pasitos carnavalezcos, ya sea en cuaresma, en navidad, o hasta en el entierro de tu prima funeral de la abuela.
En el fútbol encontramos de todo, un poco de salsa, con cada diagonal de Neymar o Messi; música tribal (que emula a los sonidos de la naturaleza) con cada embestida animal de Pepe; un poco de dubstep, con los movimientos erráticos de Junior Fernández o Diego Barreto, y cómo no recordar a Hermosilla, que haría perfectamente una buena sesión de baile para Skrillex; no nos olvidamos la melancolía del blues, esa melancolía que atañe al entorno de Martín Palermo, ese jugador que no tenía nada de magia, no tenía nada de fútbol, es más, el fútbol se encargó varias veces de buscar erradicar su memoria, pero el número 9 con una pasión desmedida, con cada solo de cabeza, o de penal, marcó huellas en la historia del fútbol argentino con goles que los dioses griegos recordarán para siempre.
La polka paraguaya, también tiene su protagonismo, con cada corrida de caballo loco de Nelson Cuevas o Haedo Valdez; las dulces melodías de la guarania se percibían con las fantasías de la zurda de Guido Alvarenga, o el último número 10 paraguayo, Julio Dos Santos (que juega sólo cuando tiene un motor de reacción insertado al pecho).
El tango, en tierras argentinas, protagonizada por Juan Román Riquelme, con líricas frías con tonos anti dictatoriales, pero en contraparte, con movimientos mecánicos y precisos (cuando se pone aceite de motor en la pierna y… leer la descripción de Julio Dos Santos).
La cumparsa también tiene su lugar en el fútbol, en las barras que copian sus cantos de Argentina de América del Sur, un poco de alegría, un poco de miseria, y un poco de protesta hacia la vida monótona. En Europa y también en los aburridísimos cánticos rapáis se siente el soporífero pero significativo canto gregoriano, largos coros con resonancia masculina y cuasi inentelegibles, que bien pueden adornar la acústica de cualquier iglesia o biblioteca.
Por otra parte, también siempre nos encontramos con el siempre bien saludable pogo, esa combinación de caricias y encontronazos con un toque de agresividad, que hace delirar a toda la muchachada en un buen concierto de rock, punk o metal, o incluso, en un mega festival de Damas Gratis en Fugitiva o New Koko’s.
Y así, el fútbol tiene su propia música. Al o mejor suelto la paja me pongo las pilas para continuar con más incursiones de la música en el fútbol. Mientras tanto, contáme cúal es tu momento musical en el balonpié.