A partir del año 1993 hasta mediados del 2000 no existía un momento más escalofriante para un portero sudamericano que tener enfrente a José Luis Chialvert en un tiro libre. Su potente y prodigiosa zurda junto a su personalidad dominante hacían un cóctel perfecto para infundir temor a los rivales. Cada tiro libre parecía ser medio gol, pero el “Chila” siempre tuvo una espina clavada que no podía quitarse: convertir un tiro libre en el Defensores del Chaco, dando así una alegría enorme a los hinchas paraguayos.
Tras innumerables intentos, finalmente llegó el dia en el cual pudo inflar las redes. La víctima: Bolivia. Esta es la historia de aquella goleada y el gol que hizo festejar a todo un país.
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Una serie dispareja
Desde que se inició el proceso de Eliminatorias, los partidos ante Bolivia iban en dos extremos: de la imposibilidad de ganar en la altura de La Paz al dominio absoluto en Asunción. Hasta ese entonces Paraguay ganó todos sus partidos de local, varios de ellos por goleada. El 5 de septiembre de 2001 esperaban continuar esta racha.
El equipo dirigido por Sergio Markarian estaba sumando enormes resultados en el camino al Mundial de Korea/Japón 2002, desde un triunfo ante Brasil, venciendo a Colombia en Bogotá, a Uruguay en el Centenario y a Chile en Santiago.
Estos antecedentes hacían que el partido con La Verde parezca un trámite. Como siempre el fútbol demostró que no existen trámites, con un gol sorpresivo de Lider Paz a los 15 minutos del primer tiempo. Los minutos pasaban y de a poco una nube de tensión caía sobre el estadio, haciendo dudar a aquellos que habían ido a alentar a su país.
15 minutos después apareció la salvación, con el nombre de Carlos Humberto Paredes y José Cardozo, quienes convirtieron sendos goles para llegar 2-1 al descanso, tranquilizando al impaciente público.
Magia desde 30 metros
Al comenzar el segundo tiempo todo seguía muy parejo, pero a los 10 minutos se vino la chance que todos esperaban en cada partido de la Albirroja: un tiro libre a 30 metros del arco con perfil para zurdo. Al instante comenzaron los murmullos en todo el estadio al ver que el “Chila” comenzaba su trote relajado hacia la pelota, esperando finalmente ver un momento mágico del 1.
Las más de 25 mil personas contuvieron su respiración con los primeros pasos del portero, sus ojos siguieron el pie izquierdo hasta que impactó el balón con precisión, observando la parábola de la pelota por el aire. El viaje de la pelota continuó, teledirigido al ángulo izquierdo del arquero Arias.
El estadio pasó del silencio absoluto a una explosión conjunta, un grito de gol que parecía no terminar. El grito que sobresalió entre todos fue del autor del gol, Chilavert, quien finalmente pudo lograr aquel gol que parecía que nunca iba a llegar. Le tomó 12 años romper aquel maleficio, después de su gol en el debut ante Colombia en 1989. Fue el séptimo gol del Chila con la Albirroja, el segundo de tiro libre, después del gol que dejó mudo al Monumental en 1996.
Luego de semejante festejo, ya no quedó garganta que aguante gritar los goles de Roque Santa Cruz y el segundo de Cardozo que decretaron el 5-1 final. En la siguiente fecha el equipo empataría 2-2 con Argentina, asegurando su pase al Mundial. Lamentablemente estos dos partidos fueron la última muestra de gloria del equipo de Markarian, que caería derrotado en los dos últimos partidos, lo que causaría la renuncia del técnico uruguayo y llevaría a la aparición del nefasto Cesare Maldini.
Todo lo que se vino después queda en el olvido. Lo único que hasta hoy en día es celebrado por cada hincha es haber sido testigos de uno de los más grandes goles de la historia de la selección paraguaya, el toque que le faltaba a la carrera del arquero más grande que haya defendido la Albirroja y una definición que terminó de establecer una goleada verdaderamente histórica.