Todo grupo de amigos que habla sobre fútbol tiene por lo menos uno que se hace el “experto” al hacer predicciones sobre los resultados, sea un partidito entre los perros o hasta quien va a ganar la Copa del Mundo. Coincidentemente ese personaje termina siendo el más rompebola o el más farreado, dependiendo si se cumple o no su pronóstico. Este fenómeno no se limita solo a los amigos, también es una tendencia que se impone en los programas deportivos y en las redes sociales. Se ha convertido en la forma de mostrar que saben algo sobre fútbol y no solo venden humo todo el día. El problema con esto es que en realidad la predicción no es una forma de demostrar conocimiento, es más que nada una forma de llamar la atención.
El experto en predicciones se encuentra más cerca del tarotista que del científico en el ámbito del análisis. Siempre se basan en elecciones bastante fáciles: o son equipos que siempre dominan por su talento, capacidad económica y prestigio, o son equipos que no tienen forma de ganar, entonces si pierden como se esperaba dan una salida fácil al que los elige. Es como una carrera entre Usain Bolt y el “Ancho” Ibarra: si le elegís a Bolt, te haces del ídolo porque acertaste algo que seguro iba a pasar; si le elegís al Ancho, podes hacerte del ñembotavy porque si o si luego iba a perder.
Si es que no acierta, siempre tiene una excusa lista, ignorando que justamente son esos pequeños factores lo que hacen que una predicción sea como un tiro a ciegas. Las eliminaciones sorpresivas o destrucción de planteles considerados imbatibles son las consecuencias de una impredecible seguidilla de factores. Además de las excusas, también tienen una amnesia sobre los resultados que no aciertan. Son como los apostadores, que solo cuentan las historias de cuando ganaron, pero nunca cuando perdieron. El pronosticador puede llegar al punto en el cual festejaría goles contra su propio club, al estilo Cerro contra Nacional en el 2011, con tal que al final del partido se cumpla lo que había dicho.
¿Acaso el grupo disfruta cuando uno se sobra porque acertó un resultado? No, terminan odiándolo por insoportable, y cuando llega a fallar, merecidamente le bajan la caña con todo. En vez de aportar mejores ideas y discusiones interesantes al grupo, solo trae confrontación al pedo y peleas que al final solo terminan con quien la tiene más adentro (?). En el ámbito deportivo solo lleva al puterío entre integrantes y a frases tan estúpidas como “soy el experto pronosticador de las redes”.
Ya existen movimientos en internet que están desenmascarando la mentira de la industria de predicciones. La página pundittracker.com se encarga de guardar las predicciones hechas en varios segmentos (finanzas, política, deportes) y los compara con los resultados al cumplirse el plazo de los mismos. En el caso del béisbol, de 63 supuestos expertos, ninguno pudo acertar cuales serían los 2 finalistas en el 2013. Si es que se implementa algo así en los programas de fútbol locales, no habría suficiente tierra como para sepultar todas las carreras que llegarían a su fin.
Por suerte existen algunas posibles soluciones para poder erradicar esta peste, o por lo menos limitar su insoportabilidad (?):
1. Apostar asado, bebidas o alquiler de canchitas: Esto se tiene que hacer para ver si el “experto” se anima a jugarse su billetera. A pesar que uno corre el riesgo de salir perdiendo, al final termina siendo para una buena causa, porque aunque pierdas vas a terminar comiendo asado, emborrachándote o jugando más partidos.
2. Anotar las predicciones: Se puede llevar un registro en cualquier medio disponible (cuaderno, computadora, celular, paredes etc) de las predicciones realizadas, así uno verdaderamente puede ver cuál es su nivel de acierto y echarle en cara todo lo que fallaron. De esta forma también se elimina la memoria selectiva del pronosticador.
3. No hacerle caso: Esta probablemente sea la acción más efectiva, porque la atención de los demás es como el elixir de la vida para el pronosticador. Si empieza a romper con su vyrorei de los pronósticos, es mejor no putearle. Levantar el pulgar y seguir hablando de otra cosa será como una puñalada al mismo, y eventualmente se va a callar, o todos van a aprender a ignorarle.
Por estas razones, la próxima vez que uno de tus amigos se quiera jactar de su predicción sobre quien va a ganar la Copa Libertadores, decile que se deje de joder y que traiga más cerveza.