Elías Gabriel Rojas Candia es el último nombre que se sumó a la larga lista de homicidios vinculados a la violencia en el fútbol. Según datos del Diario La Nación, 2 personas al año han muerto por esta causa desde el 2007, siendo una constante año tras año.
Mientras los cuerpos de las víctimas siguen siendo enterrados, el fenómeno nunca tiene un responsable. Todas las instituciones vinculadas al fútbol terminan lavándose las manos, enfatizando su impotencia ante semejante situación, y es ententible.
Es entendible que no sea culpa de los clubes. El facilitar entrada a las barras bravas, usarlos como parte de su campaña proselitista, permitirles el uso de las instalaciones para realizar conferencias de prensa y pintar la gradería con su nombre no les da legitimidad a los grupos violentos.
El no hacerse responsable de la seguridad de los estadios, a pesar que la responsabilidad es tanto de ellos como de la policía, no aplicar el derecho de admisión, no pagar un centavo por la seguridad de eventos privados no es su culpa y no ayuda a crear una situación de violencia. La APF no puede ser responsable de ninguna manera. No es su culpa que sus dirigentes muestren el dedo del medio a los hinchas, tras un nuevo hecho vandálico en una cancha, ni tampoco el fijar partidos conflictivos en los horarios de mayor riesgo, para complacer a la televisión.
Tampoco puede ser culpa de las autoridades estatales. No es culpa de la Policía ni la Fiscalía que sus operativos no impidan hechos violentos en las afueras del estadio ni en los trayectos al mismo y que el 90% del público se concentre en solo 3 estadios. No es su culpa que no investiguen de manera profunda las rivalidades entre las barras y las facciones dentro de la misma para prevenir posibles enfrentamientos.
No es su culpa que cientos de policías sean destinados a las canchas de fútbol, sean o no partidos de alto riesgo, sin tomar en cuenta que la violencia se da cada vez más lejos de los estadios. Se entiende que no puedan controlar la violencia. No es su culpa que siempre existan vínculos de los barras con los partidos políticos y que estos ataquen a opositores en contiendas electorales o que sean la fuerza de choque de los políticos.
Definitivamente no es culpa de los propios barras. No es su culpa que casi siempre sean sus miembros los responsables de los asesinatos vinculados al fútbol, que sus facciones vivan enfrentadas en luchas de poder, que tengan negocios paralelos e ilegales. No es su culpa que se baleen dentro de las instalaciones del club, que se peleen por tortillas, que se nieguen a alentar y hagan amenazas si no reciben entradas. La única responsabilidad de los barras es brindar color en la cancha, sin importar que fuera de ella un color que siempre los representa sea el rojo oscuro de la sangre.
Al final todos tienen sus razones y sus excusas. Mientras la responsabilidad siga siendo evadida como lo es hoy, lo único seguro es que la violencia continuará manchando cada jornada de fútbol, quedando como una nube negra sobre el deporte.
Foto principal: Diario Hoy