Fue el Mundial de USA 1994 que me marcó como hincha de esta pasión que es el fútbol. Llegaba de la escuela y lo único que quería era tirarme al piso y encender la tele para ver cada uno de los partidos.
Aquel equipo de Rumania, o aquella criticada selección brasileña (que a la postre ganó merecidamente el mundial) pero que tenía a esa dupla inolvidable en la delantera: Bebeto-Romario. Y también, fue el primer Mundial en el que vi a Diego Armando Maradona en acción. Claro, no sabía que tendría ese final inesperado e injusto para su enorme historia como jugador de fútbol.
USA 94 fue el Mundial de Striker y del festejo de Bebeto con el “upa” para dedicarle a su hijo un gol. Fue el Mundial de las cámaras por todas partes de la cancha para no perdernos detalles de cada partido, el de la imagen de Baggio mirando al suelo y a Taffarel de rodillas agradeciendo al cielo por el tetracampeonato brasileño. USA 94 fue el Mundial que me enseñó que ya nunca quería volver a verlo sin que esté la Selección paraguaya.
Pasaron 20 años de aquel Mundial. A partir de 1998 las citas mundialistas tenían el lugar asegurado para la Albirroja. Fueron cuatro mundiales seguidos de vibrar con cada partido de la selección y la ilusión -totalmente justificada- de estar de vuelta en Brasil. ¡Y qué quieren! uno se acostumbra.
Recuerdo que primero, con participar ya era “algo”, pero en Francia 1998 se pasó la primera ronda. Claro, teníamos al mejor arquero del mundo y una de las defensas más sólidas del Mundial (perdonen esto de hablar de “nosotros” al referirme al equipo de fútbol, pero es simplemente porque lo siento así, me incluyo, como cualquier hincha). Francia nos dejó afuera después de aquella batalla y esos últimos malditos tres minutos que no pudimos aguantar. Pero estuvimos cerca. Y Francia terminó siendo el campeón del mundo.
En Korea y Japón 2002, nos eliminamos de vuelta en octavos de final ante la también finalista Alemania. Ya se tenía buenos delanteros pero el DT era Cesare Maldini, que conocía menos del fútbol paraguayo que un corredor de bolsas de Nueva York (?).
El grupo de la muerte del Mundial 2006 dejó pocas chances para clasificar. El grupo de jugadores “históricos”, que había dado lo mejor, entraba en una etapa prácticamente de despedida (los Ayala, Gamarra…) pero se tuvo el famoso “recambio”. Había esperanzas para hacer un mejor papel para la próxima.
De la mano del Tata Martino -el entrenador que más tiempo estuvo al frente del seleccionado paraguayo- comenzó a gestarse una gran eliminatoria apuntando al mundial de Sudáfrica 2010; históricamente la mejor participación paraguaya y ese terrible penal de “Tacuara” Cardozo frente a España, que difícilmente se pueda olvidar para lo que fue una gran campaña paraguaya, pero que ya mostraba varias grietas en cuanto al proceso de recambio. La selección española, la mejor de toda su historia y probablemente una de las mejores de Europa de los últimos años, fue la campeona.
Ni hablar del cambio de mentalidad que hubo en todos estos años en la Albirroja. Las selecciones juveniles comenzaron a imponer respeto. En 2001, la Sub 20 obtuvo el cuarto lugar en el Mundial de la categoría, que se jugó en Argentina, y en 2004 se trajo la única medalla olímpica del deporte paraguayo, con la de Plata de Atenas 2004. ¿Dónde quedó todo esto? ¿Fue, simplemente, la suerte de tener una camada de buenos jugadores?
Me temo que en esto tiene mucho que ver la mano de los “representantes”. Estamos en una época en donde hay casi ¡¡más representantes que jugadores!! una locura. Las selecciones menores perdieron jerarquía, los clubes están cada vez más pobres en infraestructura para sus formativas -salvo honrosas excepciones- mientras muchísimos empresarios iniciaron el “engorde” de sus billeteras. Algo se está haciendo mal.
Copa América 2011 y el quiebre
Aunque… volviendo al tema. Ahora es fácil preguntarse y hacer conjeturas. ¿Fue sano dejar que siga Martino? ¿Todavía se podía pensar en un “proceso” con el Tata? ¿Ya no estaba desgastada la relación? Lo concreto es que la Copa América duró menos de un mes y si bien llegamos a la final, la actuación paraguaya fue casi horrible. Sin ganar un solo partido, pero tampoco sin perderlo (para ser justos) los penales fueron la aliada de una selección que encontró en Justo Villar al héroe de casi todos los partidos. La cachetada de Uruguay en la final fue algo que se pudo dar en anteriores partidos y la demostración de que el fútbol, a veces, es justo.
Lo que vino después, todos sabemos. El fracasado pase de Chiqui Arce y su famosa “aclimatación“, el apuro en darle el timón a un Gerardo Pelusso que nunca había tenido semejante responsabilidad, algunos jugadores que empezaron a renunciar (Edgar Barreto, Verón) y una dirigencia incapaz de llevar adelante la salida de Martino; fue el cóctel que nos deja afuera de esta cita mundialista.
Por eso, hoy cuando veo las noticias del Mundial de Brasil, cuando en otros países están pendientes de los jugadores que serán convocados, cuando veo que la fiesta se hace en el vecino y no podré estar, entonces me planteo: ¿estamos dejando pasar el tiempo sin trabajar de vuelta? ¿Quiénes son los responsables de habernos robado esta fiesta? La selección paraguaya se ganó un respeto a nivel futbolístico, más allá del nivel del fútbol local. ¿Por qué permitieron quebrantar ese respeto?
Ojalá que se comience a trabajar desde ahora, desde mañana. Por de pronto, las autoridades de la Asociación Paraguaya de Fútbol (APF) anunciaron que no se apuran, pues están buscando al mejor entrenador para nuestra selección nacional. Quiero creer que es así. No me como el verso de que “la selección es de todos”, pero simplemente deseo que se hagan las cosas bien. El fútbol paraguayo puede y debe llegar a más. Que los dirigentes sean eso, dirigentes y hagan su trabajo en forma. Que se elijan a los jugadores indicados y a los mejores, que se vuelva a apostar por un trabajo en serio en las inferiores. Que no se deje hundir el barco. Y quienes tienen la misión de hacer las críticas correspondientes, lo hagan. Cada uno en lo suyo, cada quien con su aporte. El fútbol paraguayo requiere eso.
Y que no se vuelva a jugar con la ilusión de la gente.