El fútbol profesional nos demuestra diariamente a los hinchas lo lejos que estamos de poder ser parte del mismo. Jugadores con físicos desarrollados por décadas de trabajo y genética privilegiada, recorriendo más de 10 kilómetros en 90 minutos a la más alta intensidad, con una capacidad de salto que hace a cualquier mortal que se atreva a imitarlo parecer atornillado al suelo. Más que un deporte de humanos, es cada día más un deporte de superhombres, fuera del alcance de los meros mortales.
Existen algunos jugadores quienes ingresan a este mundo para romper el esquema de la fisonomía perfecta, como si salieran directo de la canchita del barrio, con talento brotando por los poros, pero siempre con un poco más de masa en la estructura corporal. De todos estos jugadores uno se destacó por encima de todos, uno a quien no le importó jugar con varios kilos de más, uno quien no dejó su desayuno predilecto antes de la práctica, uno cuya creatividad e inteligencia superaba a todos los que podían vencerlo en velocidad y capacidad atlética, uno que hizo callar a todos los que dudaban y se burlaban de él: el único e incomparable Emilio “Ancho” Ibarra.
Esta es su historia, tan rica en anécdotas como en calorías:
Sus inicios: de la Transchaco al corazón de los sanlorenzanos
Muchas personas, especialmente los sanlorenzanos, creen que el Ancho es un hijo dilecto de su ciudad y del “Rayadito”, pero en realidad él surgió en otra ciudad del Gran Asunción: Mariano Roque Alonso. Su primer club fue el Humaitá de aquella ciudad, donde debutó en 1994, cuando este equipo jugaba en Primera División. Con solo 18 años ya sobresalía por su visión de juego y su capacidad para alimentar a sus compañeros de equipo con situaciones de gol, algo irónico considerando que la alimentación sería la principal razón por la que es un icono del fútbol hoy en día. Tras jugar en Humaitá tuvo un fugaz paso por Guaraní, debido a que los presidentes de ambas instituciones eran hermanos, pero no se asentó en el elenco aurinegro.
“Nunca vi alguien que patee la pelota como el Ancho Ibarra” -Victor Centurión
En 1997 dio su primer gran salto a la fama, uniéndose al equipo donde se convertiría en figura trascendental, venerado por los hinchas: el Sportivo San Lorenzo. Estuvo desde 1997 hasta el 2003 en el “Rayadito”, años en los cuales su técnica, visión de juego y formidable remate serían su carta de presentación ante todos los seguidores del fútbol paraguayo. Durante aquellos años pudo compartir equipo con jugadores de gran talento como Pedro “Ganso” Benitez, Edgar Robles, Aristides Masi, Nelson “Maradona” Romero, César Cáceres Cañete, Fabio Escobar, Cristian Riveros, entre muchos otros más.
Mientras algunos jugadores no encontraban como transformar su talento en algo que se asemeje al fútbol en el casi inexistente césped del Gunther Vogel, el Ancho siempre concebía algún pase perfecto, sea a ras del piso o por los aires, sin importar las condiciones. Cuando el campo estaba en peor estado, más relucía el talento de Ibarra, quien siempre encontraba la forma de domar las pelotas descontroladas, que saltaban como si se hubieran convertido en conejos, y dar una habilitación para gol o definir con potencia y precisión.
En aquellos años ya comenzaba a destacarse en los partidos de mayor repercusión. Ante Olimpia o Cerro Porteño aparecía con todas sus herramientas para tajar quirúrgicamente las defensas rivales y dejar en ridículo a sus marcadores. Entre algunos de sus partidos más destacados fue un baile que le dieron al poderoso e invicto Libertad en el Apertura 2001, propinándoles su primera derrota del campeonato. El primer gol fue convertido por Ibarra, quien bajó la pelota de pecho, con la calidad y fuerza suficiente para poder continuar su carrera en el área, eludir a un defensa y al arquero con un enganche sutil de derecha y definir serenamente con la zurda, dejando un centena de rostros boquiabiertos en la tribuna.
Aquel partido le valió un pase a la institución gumarela, donde no pudo aportar su magia debido al equipo extremadamente competitivo que tenían y especialmente por el estricto régimen de dieta que le exigió el club. La única meta del club era que baje de peso. Obligado a entrenar para bajar la panza, no para desarrollar su imaginación y conexión con el equipo, y sin poder disfrutar de sus platos favoritos, su talento quedó escondido en el fondo del equipo dirigido por Carlos Kiese. Jugó algunos partidos de titular, armando un trío memorable en el mediocampo junto a “Taní” Struway y Gustavo Morínigo. Para el siguiente campeonato ya volvió al Rayadito, donde siempre estaba a gusto. Esta experiencia terminó siendo un ejemplo de cómo no tratar a un jugador de sus peculiares características.
En el 2002 el Rayadito ya se vio asediado por la sombra del descenso, jugando la promoción con Presidente Hayes. Como era de esperarse, el Ancho demostró su liderazgo, convirtiendo un gol vital en la serie para mantener la categoría. Para el 2003 San Lorenzo ya se veía condenado y ni siquiera la genialidad de Ibarra parecía evitar la pérdida de categoría.
Tuvo varios partidos en los cuales su actuación fue descollante. Entre los más recordados está el debut del “Tata” Martino en Cerro, donde Ibarra dio una asistencia para el 1-0 final aguando la fiesta de bienvenida del técnico argentino. Las crónicas de la época hablaban sobre las “cátedras” de Ibarra en canchas más aptas para pista de motocross que para el fútbol. Para el siguiente año estas cátedras serían dadas en la Intermedia.
Nunca defraudó a los hinchas del equipo ni a la institución, tanto que el presidente del equipo, Osvaldo Ferrás, dijo que con su juego había pagado hace rato lo que el club había invertido en él. Hasta hoy en día es un ídolo absoluto en la institución, posiblemente el más reconocido y adorado en los últimos 20 años.
El problema que siempre tuvo Ibarra en estos años fue uno solo: su peso.
Sus hábitos alimenticios: milanesa, tortilla y gaseosa
Desde el inicio de su carrera, la balanza sería la máxima enemiga del mediocampista. Para el año 1999, con solo 23 años, ya era conocido con el mote de “Ancho”, a pesar que en ese periodo nadie se imaginaba que estaba muy por debajo de lo que sería su peso máximo. Su capacidad de jugar al más alto nivel a pesar de estar bastante por encima del peso ideal hacía que los técnicos y dirigentes sean más permisivos con su forma de alimentarse, siempre y cuando haga la diferencia dentro de la cancha. Tras el rotundo fracaso del régimen de dieta en Libertad, Ibarra tuvo carta blanca con el tema alimentación.
“A esta altura, su peso ya no me extraña; lo cierto es que es un gran jugador” – Julio Carlos Gómez
Su comida favorita, según contó el mismo Ancho, era un clásico de nuestra gastronomía: milanesa con ensalada rusa, una combinación que demostraba su preferencia por las comidas de alto contenido calórico, alejadas de las opciones que se vinculan a la dieta de un deportista. Según Ibarra no era este plato lo que hacía que aumente en volumen, sino era su amor por las gaseosas. La burbujeante y azucarada bebida acompañaba todas sus comidas, en especial una que se volvió emblemática.
El alimento que quedó en el recuerdo de todos los que siguieron su carrera, convirtiéndose en todo un icono cultural fue la tortilla. El presidente de San Lorenzo, Osvaldo Ferrás, comentó en el 2003 que el Ancho era un gran amante de las tortillas con gaseosas, y que eran estas las culpables de su constante e inevitable aumento de peso.
Uno se imagina que comer unas tortillas como almuerzo no causarían un aumento tan descomunal, pero el caso del Ancho era especial, porque él las consumía en el desayuno. En una entrevista radial el portentoso jugador reconoció que antes de una práctica llegó a desayunar tortillas, pan y una botella de gaseosa, dejando atónitos a todos los que estaban escuchando (la cantidad de tortillas y gaseosa varía según cada relato). A veces al terminar la práctica iba al almacén cerca del estadio para, de vuelta, tomar una gaseosa de litro, esta vez para reponer los fluidos.
Hasta ahora esta combinación es considerada como un combo ideal para subir de peso y ser como el gran Ancho.
En la siguiente parte: el salto del Ancho del Rayadito a Tacuary, sus incentivos para bajar de peso y su partido más increíble del cual pocos se acuerdan. Leer la segunda parte.
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Imagen principal: ABC Color